Hace dos noches, un monosílabo me hizo darme cuenta de lo mucho que me importa lo que siento, y lo que creo también.
Hace dos noches algo pasó, un monosílabo fue mi respuesta a una determinada situación que ya veía aproximarse y que decidí enfrentar como siempre he librado mis batallas con la vida. En el momento en que sucedió, me encontraba con el estómago contento y los pulmones algo extraviados, intenté que mi sinceridad brotara con la fluidez con la que la bebida era ingerida previamente, y de verdad me siento contento que este acontecimiento me haya conminado a apreciar lo cerrado que puede llegar a ser mi dimensión afectiva.
Fue por ese monosílabo que me pude dar cuenta que en realidad para todo hay una razón-causa-motivo-circunstancia-momento-instante-devenir-proceso-conjetura-intuición: un ser vivo al que yo ahora dirijo ese cosmos que despierta todos mis sentidos, felizmente ese ser vivo es de mi misma especie en un plano físico, pero único en dimensiones que todavía me resultan parcialmente desconocidas. Cuando ese monosílabo fue liberado de mi interior, la incógnita de la ecuación seguía presente, como el mar que se asoma a lo lejos por la ventana de mi casa.
Ahora viene lo decisivo y lo que me dificulta un poco todo y a la vez lo hace naturalmente fluido, aquello que tiene tanto de real como de ficción, pero que se vive intensamente. Siento algo, algo muy bonito, pequeño pero inconfundible, brillante y profundo a la vez. Yo quiero a ese ser vivo, sin importar el pasado-presente-futuro o alguna gramática que haga referencia a lo temporal. Y acabo de darme cuenta de ello.
A veces el no ser capaz de darle un nombre a ciertas cosas las hace mucho mas comprensibles a nuestro limitado pero intenso entendimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario