Como al rayo de luz en mi ventana
que cada mañana le digo buenos días
antes de pestañear casi veinte veces
el eco mudo de tu nombre
resuena en la mitad de mi vida
y todo, todo lo que hay en el centro
empieza a latir, y de pronto se esconde.
Los pasos que doy son sílabas sin pronunciar
un sueño en el que la realidad estar dormida prefiere
y recordar tus labios dibujándose suavemente
en un lienzo desafiante con el tiempo que se va
saber qué hacer siempre me sale al revés
se hace muy difícil hablar, rodar cuesta abajo
caminar por donde puedes deslizarte.
Una ventaja de la tranquilidad,
la rutina, y la poesía juntas
es que permite que los dedos
lentos por la inercia
no se fracturen al intentar
escribir usando metáforas delicadas
lo que se siente todos los días
[...]
para evitar que leas en mí,
que observes a detalle
la ausencia atravesándome,
el reflejo de tus ojos,
lo mucho que te extraño.