Es difícil de explicar. Hoy después de mucho tiempo no quise estar solo. No sé si será porque me acostumbré a tus inesperadas ocurrencias, a tus risas, a tus tibios abrazos o a esa voz que hacía históricamente mejores mis días más difíciles. Si escribo estas cosas es porque no puedo quedarme dormido; estoy en un sillón, con una cerveza helada que vino incluída con mi entrada, envuelto de luces y colores que mi ojo izquierdo quiere ahora ignorar. Me encuentro tranquilo pero no puedo evitar percibirme un poco triste y algo abatido. Mientras tú cierras los ojos suavemente recostada, yo permanezco en vigilia expectante pues todavía no puedo regresar a casa.
Me haces falta. Y más en medio de toda esta música que voy a bailar como si fuera el último día de mi vida.